Son ellos. Los que entregan su tiempo sin pedir nada a cambio, los que con fe y sacrificio sirven al Señor de la Salud y a María Santísima de la Encarnación. Son aquellos que dejan en casa a sus parejas, hijos, padres y abuelos para acudir a los ensayos, porque saben que cada paso dado bajo las trabajaderas es una ofrenda de amor.

Bajo los faldones, más que costaleros, hay hermanos. Hombres y mujeres que han formado una familia con el compañerismo como cimiento y la devoción como estandarte. Ellos son los que hacen posible que, cada Miércoles Santo, un barrio entero se eche a la calle tras Dios y su Madre.

Ayer tuvimos un ensayo más. Y, como en cada uno de ellos, esta familia se fortaleció, se unió aún más, porque compartir la carga en la trabajadera es compartir fe, compromiso y hermandad.

Que Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de la Encarnación sigan siendo el motor que guíe cada uno de sus pasos, dentro y fuera del paso.

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